sábado, 10 de abril de 2010

Impétigo infantil y jara

Recuerdo que de niños, mi hermana pequeña tuvo un impétigo. Tenía toda la cara llena de pústulas y costras y mi madre ya no sabía que hacer, puesto que el tratamiento médico no daba un resultado satisfactorio.

De vuelta de la sierra, pasaba a veces por mi casa una anciana, que por su vigor no lo parecía. A mí me daba un poco de miedo, toda vestida de negro, enjuta y casi desdentada, pero al mismo tiempo me maravillaba pues era llegar ella y caer del techo de la habitación una lluvia de castañas, avellanas, uva palma o el fruto que se diera en esa época en la sierra. Evidentemente era ella la que lo lanzaba en un descuido mío, pero en mi inocencia de niño me parecía que llovian del techo por arte de magia.


En una de sus visitas, viendo la cara de mi hermana, toda llena de costras y roja por el mercurocromo, le dijo a mi madre que no le pusiera más coloradito, que le diera el remedio que la gente de la sierra utilizaba para curar las matauras de los borricos. ( Una mataúra era una herida en la piel con pérdida de epidermis).
Este remedio no era otro que un cocimiento de jara hervida aplicada a la herida por la mañana y por la tarde. Y lo mismo que servía para los borricos, sirvió para la cara de mi hermana, en una semana desaparecieron las heridas, después de casi dos meses de tratamiento inútil.

La jara era el Cistus ladanifer o jara pringosa.

Hoy paseando he fotografiado estas dos especies que veis en las fotos del relato. La rosa es cistus crispum y la blanca Cistus salviifolius.
La flor  dura menos de un día, las fotografié a las 11 y a las 18 ya habían caído todos lo pétalos.

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